24 enero, 2021

un ángel

Después de algunos meses de aquel tiempo me despertó un ángel. Miguel, Gabriel, no recuerdo bien cual fue. Miré hacia el pasado, perdoné y recordé que también debía perdonarme. Un ángel para un final, el más terrible e implacable como el de Silvio. Aliexpress, las cámaras, los huevos, el psiquiatra, mi vecino agresor, el tiempo herido y el ravotril perdido que no encontraba el neurotransmisor de la angustia, una adicción de mentiras y los impulsos al sexo contenido y herido de la infancia, el vitara que vendí el 2018 y que después volvió y me robaron el 2020. Automotora oriente, inmobiliaria oriente…el destino me estaba gritando de manera descarnada las señales. Fue así con las señales que llegaron a mi casa. Estaba pagando por errores que no eran los míos y siendo el mejor ejemplo vivo de la codependencia. Injusticia o justicia, quizás el karma y mi testarudez unidas. Algo le supo poner fin. Como tantas cosas en mi vida no tengo la certeza y sólo quedan resquicios. El ángel o la niña de las flores, la tarotista que sacó a relucir la verdad de los tiempos, el zeigeist. Los recuerdos que con el tiempo se caen a pedazos. Como también de tantas cosas no tengo certezas, tengo un poco de dolor y sangre que el tiempo ha cicatrizado. Son heridas que se están cicatrizando, no están sanadas. Mis plantas o esta casa, las flores, los libros, escuchar y mirar personas, la cuarentena, haber dejado el control parental y los detalles que construían una vida. Volver a empezar, volver a amar-me. Dejé atrás mi inocencia y todas esas heridas para encontrar una persona capaz de reinventarse. Herido y todo he sido capaz de reinventarme y seguir.

Discapacidad o capacidad. Dualidades o segmentos del contìnuo de las que tengo que aprender y aceptar, ya que el tiempo ni las circunstancias han sido mis mejores aliados. Es el mundo contra mi intuición, mi mejor aliada. Mis razones, mis más grandes enemigos. A ratos las circunstancias me hablan, las personas, los ángeles, el sofá que retapicé, abrir el cajón equivocado o verbalizar brutalmente la verdad. Un mensaje a las 00:49, la frialdad de algunas palabras y mi brutalidad. Soy bruto. Bruto de palabras y bruto de porfiado.

He hecho mis esfuerzos. Mis mejores esfuerzos, de recobrar la ternura, el deseo y el sentido de mi vida. Como un animal atropellado por un conductor que no respetó la cuarentena en medio de una carretera oscura que se trata de levantar y entender dónde está parado. Mareado, consternado, perdido, con la única necesidad de ser protegido por su amo, sin condiciones. Un amo que no existe, que se ha perdido, que se ha escapado luego de haberlo el mismo atropellado. Un animal bruto, apasionado y con cicatrices que recuerdan la realidad del pasado, un animal que mira algunos demonios que quedaron circulando. Este animal ha visto un ángel y ha perdido un amo. Lo ha dejado todo y lo ha seguido. Sangrando, pero confiado ya que no hay mucho más que perder. Perderme también se ha vuelto una opción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extrañaba leerte. Sigues teniendo esa prosa hermosa y sarcástica. Tu vida es un misterio y lo haces elegantemente público. Que la dualidad te siga acompañando. A.