Tengo el
corazón atado a un nudo de cables que se llaman razón, lo asfixian y aíslan. El
cerebro del corazón sufre un infarto a pocas horas de haber nuevamente
entregado esperanzas de una rehabilitación. Un catéter y una cirugía a rajo
abierto incierta.
He re-descubierto
nuevamente cada una de las cualidades de mis debilidades y de mis fortalezas. Las debilidades a
ratos toman mayor peso ¿es culpa de los años? ¿a medida que pasa el tiempo las
barreras que nos sostienen y que me sostienen se vuelven más vulnerables? El
amor, lo que tanto buscamos es también nuestro mayor enemigo. Tengo miedo.
Miedo del tiempo y del amor. No es sano, no es natural…pero es así.
Es el
tiempo del desconcierto y del corazón asfixiado. No cables, no razón, no tiempo.
Amor y también desesperanza atada a la mente. De eso se trata esta historia tragicómica.
Dos
niveles de consciencia para una misma relación que no conversan, y que cuando
conversan se desarma en deseo, locura, fantasías de una vida en conjunto y un
crecer unidos. Es difícil amar, y es difícil continuar de manera consciente ¿Es
una fantasía también amar conscientemente? Que comprendamos nuestros procesos y
que salgamos adelante pese a las dificultades. Sin reírnos, ni pensar que nos
hemos reído mutuamente de nuestros propios compromisos. Esa ironía que no es ironía,
pero que es ironía, al fin y al cabo. Se vuelve irónica esa risotada de mis
palabras como profesor, una ironía de mis propias palabras. Hay
matices, pero también hay certezas que no lo ameritan ¿Cómo comprenderme y
también comprender esta historia desatada que cuando tiene sentido brilla, y
que cuando no, se abre al misterio y se vuelve un thriller con un final
aterrador a medianoche?
Cuando
no conversan nuestras consciencias, el espacio al temor se abre espacio. Al
pasado y a la certeza de que tenemos un futuro incierto. Gestionar la
incertidumbre. Nunca lo entendí, creo sin seguir entendiendo. En un mundo
amargo aparece una esperanza de dulzura que no es tan así, pero también es así
¿Quien entiende? Te extraño Cerati. Realmente te extraño, así como extraño a mi
Principito en la mesa de centro. Quisiera comprarte nuevamente pero nunca
volverás a ser el mismo. No hay que regresar aquí
nunca, porque nunca sería tan divertido, le decía Scarlett Johansson a Bill Murray
en Perdidos en Tokio.
Mientras
más sabes quién eres y lo que quieres, menos permites que las cosas te alteren.
Seguramente a mis 38 años no sé quién soy ¿alguien lo sabe? A veces hago todo
al revés, pero también es una ardua tarea reponerse de un tsunami, más aun
sabiendo lo terco que soy y que he decidido quedarme aquí en espera de una recompensa que no debiese esperar. Tengo miedo y
también sentimientos de esperanza. Tengo el corazón atado a los cables de mi
intuición, que también tienen un poco de razón.
Un sueño
siempre avisa. Nunca lo olvides weirdo. Amas la perversión y las historias
torcidas. Nunca preferirás lo fácil, debes asumirlo, como una verdad, como una
cirugía a la que te expones sórdidamente y sin ninguna anestesia, como ha
sido hasta ahora.
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