27 febrero, 2008

El escenario del desfile


Hace años, cuando creía en almas gemelas, dios, iglesia, psicología, tarot, veia Dawson´s Creek, leia a Flaubert, escribía un diario, pintaba árboles, hacía a mano los regalos para mis amigos, soñaba con ser virgen hasta el matrimonio, que nunca usaría un condón, tenía un blogs, creía en los sentimientos, pensaba que mi madre era un ángel, y alucinaba con las perversiones sexuales de Freud se me ocurrió escribir una historia de un hombre perdido, como yo sin vesícula, pero que se hacía mujer para cobrarle a la vida los restos de injusticia que él significaba como tal. Me acordé de M. Butterfly, y del Juego de las Lágrimas.

Bien inspirado y con ideas contextualizadas que en terreno llevé a cabo, convertido en un ebrio de mala monta, diciendo barbaridades o insinuando mi brutalidad con palabras, actos, certezas y confesiones suicidas -como las de las pastillas, pero esas no se cuentan ya que están muy frescas- refresqué el disco duro para cuestionarme el hecho de porqué cambiar de forma, porqué variar y jugar con la semiótica del lenguaje para sobrevivir.

Y la respuesta es tan sencilla.

Y eso también es forma.

Milena empoderada era una mujer preciosa, fuerte, controladora e internamente escindida entre los afectos de una mujer cruda y un hombre débil. Rodeada de riquezas y un lujo aberrante compartía con su amiga de toda la vida los modos de poder alcanzar a vengarse de la vida y de dios antes que éste se la quitara. Cometió incesto, jugó con su madre, drogó a su verdadera familia, reveló secretos, dejó de lado a su amiga y cuando ya tenía todo en sus manos decidió alejarse antes de que dios la siguiera persiguiendo. Si dios no podía con su forma, era ella misma quien lo podía hacer. La tecnología, el mundo y los avances no eran precisos, ni lo fueron para ella, ni lo son en rigor. El poder de los afectos supera el poder de la forma mientras estos estén enclaustrados. Así tal cual lo he vivido, y así tal cual muchas veces me pregunté si no estaba en eso la respuesta a mi perversión y a mi vida, y a los sentimientos que niego.

La base es tan evidente.
Todo está a la mano.
Como las experiencias vividas y el pasado que nunca confieso.
Como las noches que he deseado convertirme en otro para mirar con nuevos ojos y resetear la vida, ponerla a cero y ser un poco Dios, pero el ego es un arma letal y bebo de ella cada vez que puedo. Ser un hombre débil no está en los planes, ni ser abandonado en un terminal, ni ser excluido por razones demenciales, ni ser alejado por un amor de amigos destinado al desastre…dejar una profesión a medias y aprender a mentir.

-Hay un gato negro que se pasea en mi balcón, dejo de emitir sonidos y lo miro fijamente hasta cruzar con sus ojos brillantes, efusivos, penetrantes y eternos. Como la diosa de la noche y del inconsciente, como la oscuridad de la cual me alimento.-

Cuando Milena se alejó, decidimos perseguirla, como Él lo hace. Mi partner, aún presente en mis palabras y mis afectos escindidos, compañía fiel en el proceso de creación fue mi aliada en su encuentro. El juicio final. Los tres en un camarín, detrás del escenario, discutiendo el modo de asumir la dependencia emocional de la cual éramos parte no nos llevaba a ningún destino. Nos asumimos traicionados por ella, y por nosotros mismos esa noche y las noches venideras…

Si la forma era un espectáculo, y nosotros tras un escenario jugando a maquilladores, entregando formas y motivos, decorando rincones y ocultando los años no fuimos capaz de modelar nuestra propia presencia, enfrentados a la muerte, no fuimos capaces de sobrevivir, ¿qué le queda a ÉL?

Ni idea.

Ser un espectador es una alternativa, pero la de maquillador suena mucho mejor.

A ratos cambiamos de forma, a ratos la mantenemos. La mantengo. Bajando de peso, cambiando de ropas, modulando las acciones, cambiando de escenarios, buscando nuevas alternativas. Quizás es el sentido del sin sentido de Heidegger, o la paja mental de Nietzche con la existencia y su pavor por la esencia.
O la pasión nocturna de un gato, o que a ratos esto se hace tan corto que a penas una forma amolda sentido, buscamos un nuevo disfraz sobre el cual recrear un nuevo conflicto para sentirnos que sea por unos minutos, un poco vivos.

Por eso Milena nunca murió.

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