Empezó esa época de adicción las seriales de netflix y he visto varias. Terminé Orange is the new black y me siento como esa señora que se sentía vacía después del final de La madrastra. Hay que llenar algún vacío, televisivo o psicológico. Lo mismo me dijo un tarotista ayer en la tarde. Caminé y caminé mucho, no sé con qué fuerzas, posiblemente deben ser los remedios que dé quizás qué humano y ratón me están metiendo me están haciendo mejor. Ojalá sean de algún maratonista o un ratón encerrado en cautiverio en un laberinto eterno. Me diagnosticaron una enfermedad extraña, una idiotez que en vez de destrozar el hueso, lo crea, y esto no es del todo bueno. Une hueso con hueso y finalmente la articulación de la columna pierde movilidad y así se va comiendo todo el cuerpo hasta anquilosar las costillas y mueres de un infarto. En eso he estado todos estos meses, en que si tengo el diagnostico, que no lo tengo, que estoy loco. Hasta al psiquiatra me enviaron y una parte de mí también prefería estar demente. Un par de psicotrópicos, dormir mucho, una cura de sueño, un mes internado y a la casa, pero no, sigo siendo un dápico neurótico, un poco histérico, homosexual y con una cruda falta de creencia en el sistema político y religioso (empecé a ver house of card). El tratamiento es una lata y una crueldad a la vez, y todo el trámite administrativo es desgastador, He peleado con secretarios, médicos, instituciones y personas a las que amo. Todo ha sido confuso, una nebulosa muy oscura en la que con dificultad siento mis propios pasos.
Caminé mucho. Compré un par
de frutos secos y seguí adelante, respirando profundo, tratando de no pensar
mucho y escuchando unas canciones raras de pulp. “Eres escorpión” me dijo
ese tarotista con olor a cannabis, “no eres fácil, te gusta pensar, el cine
complicado, los personajes torcidos, los humanos con un sentido incorrecto…qué
te diagnosticaron?” Lo escuché sin criticar.
Tuve un día de muchos cuestionamientos y un cansancio nuevo qué me cuesta
explicar. Por fuera me veo sano y con ganas de caminar y tomar la bicicleta e
irme al trabajo para estacionarla en el -2, saludar a mi jefa, a mis compañeros
y enterarme de las novedades del día y la telenovela de la cual era parte, pero
la única verdad es que por dentro me siento sin fuerzas de nada (estoy un poco cansado de
repetirlo). Nadie ve los huesos y el alien degenerado que está creciendo dentro
de mi también es un poco torcido, como el personaje que me gusta. "Lo esencial es invisible a los ojos" dice una mala publicidad del mall plaza, citando al zorro del principito. En la clínica perdieron
mis exámenes (nuevamente) y nadie encontraba soluciones. Perseguí a mi doctora
y se compadeció y me prometió una solución, nada más, tampoco creo que pueda
hacer más. Lloré desde el alma entre pasillos de ese hospital enorme que parecía un laberinto y no lo
podía contener, nadie más podría comprenderlo, sólo yo. Ese tarotista me aconsejó cambiar de
aire, que quizás antes estaba mejor. Me acordé del libro de Rivera Letelier, los
trenes se van al purgatorio, y que la pampa te atrapa, que es una bendición con
tintes de condena.
Extraño un poco Antofagasta: mi casa, al estacionamiento, las distancias, mis amigos, acómo era el
amor, en los cambios que hice en varias personas. Siempre que tengo algo
nuevo lo modelo a mi gusto y lo proyecto. Ese algo era perfecto. Aquí no lo es
y hay que buscar la forma de re-inventarlo y por eso estoy aquí…quizás termine
ayudando niños en el áfrica o trabajando en algo de Brian Weiss en un taller de vidas
pasadas (miento). Me acuerdo de Barcelona, una ciudad perfectamente imperfecta
donde todo era posible, donde los chinos no hablaban ni catalán ni español y no
se esforzaban en comunicarse correctamente, sólo te vendían sus donas chinas y cafés
malos con Internet, de qué forma, no sé. Esa ciudad me gusta, la del idioma esquizofrénico
y sus casas torcidas, la de los chinos indiferentes y la sagrada familia, la de
Gaudí muriendo silenciosamente con un poco de frutos secos en el bolsillo en
una calle después de haber sido parte de una obra que espero nunca termine….como
el sentido de las cosas. Por más que uno intente buscarlo, nunca lo encontrará,
porqué somos parte de él. Somos perfectamente incompletos y perfectamente hermosos como silenciosos.
En el final de temporada de
Orange, la protagonista dejó de importar y murió un personaje secundario
entrañable, lleno de sueños y esperanzas en manos de un personaje que hizo abuso
de poder. Y simplemente murió. “Tú crees en las señales?” (Preguntó Poussey en un flashback), “creo que este mundo
es un lugar dañado, y si encuentras un rayo de felicidad, aprovéchalo, lo más
que puedas”, le respondió un actor disfrazado de monje budista.
Seguí caminando y llegué a
mi casa, sin tratar de pensar en nada, salvo en las lealtades, y en los rayos
de felicidad. Torcidos, como una parte de mi columna.
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